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Sillas inclusivas: una escuela técnica que acerca el mar a todos

El Instituto Pablo Tavelli fabrica sillas adaptadas para que personas con movilidad reducida lleguen a la orilla del mar.

23 de diciembre de 2025

En diálogo con "Pasen y Vean", programa que se transmite de 9 a 13 horas por LU9 Mar del Plata, charlamos con Mariano Sasso, jefe de taller del Instituto Industrial Pablo Tavelli, respecto a la fabricación de sillas adaptadas que permiten a personas con movilidad reducida disfrutar del mar en las playas locales.

Desde hace casi una década, la comunidad educativa del Tavelli sostiene un proyecto que conjuga formación técnica, compromiso social y empatía. No se trata solo de aprender a soldar o diseñar estructuras, sino de comprender que el conocimiento también puede ser una herramienta solidaria. "Siempre partimos de que lo que les proponemos a los estudiantes sea un ejercicio pedagógico, pero también que tomen conciencia de que el conocimiento técnico es un valor que se puede compartir", explicó Sasso.

El origen de la iniciativa se remonta a una experiencia concreta y cercana. A partir de una charla entre quien hoy es el director de la institución, Gustavo Faber, y una familia que veraneaba en Punta Mogotes, surgió la idea de replicar una solución artesanal que permitía a un niño con leucodistrofia, Lautaro, llegar hasta la orilla del mar. "Habían armado una silla plegable con ruedas tipo carretilla para poder atravesar la arena", recordó Sasso. Ese gesto inicial derivó luego en la creación de la Fundación Lautaro te necesita y en un trabajo sostenido junto a la escuela.

Un diseño que evoluciona

Con el paso de los años, docentes y estudiantes fueron perfeccionando el modelo. Hoy, las sillas consisten en laterales desmontables que se adaptan a una silla plegable convencional. "No es una silla anfibia, no se mete al agua, pero sí te permite llegar hasta la orilla", aclaró el jefe de taller. El sistema permite trasladar a varias personas, reutilizando la estructura, lo que facilita su uso en playas públicas.

El trabajo es articulado: empresas aportan materiales, la escuela pone el saber técnico y la infraestructura, y la Dirección de Discapacidad se encarga de distribuir las sillas en distintos puntos de la costa. De esta manera, se amplía el acceso a un derecho básico como disfrutar del mar.


Aprender haciendo y pensando en otros

Desde el inicio del proyecto ya se fabricaron más de cien sillas. La cantidad varía cada año según el compromiso de los cursos involucrados. "Siempre decimos que esto es una escuela, no una fábrica. Según el grupo, hacemos más o menos sillas. Este año entregamos diez", señaló Sasso.

El docente también dejó una reflexión sobre el rol de los adultos y la educación técnica. "Muchas veces se escucha criticar a los jóvenes, pero cuando les proponés algo con sentido, ellos te duplican la apuesta y van mucho más allá", afirmó.

El modelo desarrollado en el Instituto Pablo Tavelli ya fue solicitado por otras localidades de la costa bonaerense y se replica bajo una lógica abierta. "Las cosas que hacemos acá son patentes abiertas, para que cualquiera pueda utilizarlas. Es nuestro aporte, porque no llegamos a fabricar para todos", remarcó.

Una experiencia que funciona como un puente sólido: así como las sillas ayudan a cruzar la arena hasta el mar, la escuela utiliza el conocimiento técnico para acortar distancias entre la educación y la solidaridad, demostrando que la inclusión también se construye desde el aula y el taller.

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